La tensión se palpa en Honduras tras unas elecciones presidenciales que se encuentran en un virtual empate técnico. Los candidatos principales, Nasry Asfura, del partido de derecha, y Salvador Nasralla, un ex presentador de televisión de la coalición de centro, están separados por un margen ínfimo de votos, generando incertidumbre y nerviosismo en la población.
La lentitud en el conteo de votos y la caída de la página web del Consejo Nacional Electoral (CNE) han alimentado las sospechas de irregularidades. La situación se ha visto agravada por la intervención del ex presidente estadounidense Donald Trump, quien, antes de las elecciones, mostró su apoyo a Asfura y amenazó con cortar la ayuda al país si no resultaba electo. Trump incluso llegó a afirmar que el conteo se había "detenido abruptamente" y acusó a funcionarios de intentar manipular los resultados.
La presidenta del CNE, Ana Paola Hall, no ha emitido actualizaciones significativas desde el conteo inicial, lo que ha contribuido a la confusión generalizada. La elección se produce en un contexto político complejo, donde la actual presidenta, Xiomara Castro, del partido de izquierda Libre, no pudo presentarse a la reelección debido a restricciones constitucionales.
Además de elegir presidente, los hondureños votaron por un nuevo Congreso y autoridades locales. La contienda electoral se centró principalmente entre tres candidatos: Rixi Moncada, del partido Libre, prometiendo democratizar la economía; Nasry Asfura, buscando restaurar la reputación de su partido tras escándalos recientes; y Salvador Nasralla, intentando capitalizar el descontento popular.
La situación en Honduras sigue siendo volátil, y la comunidad internacional observa de cerca el desarrollo de los acontecimientos, esperando un resultado transparente y respetuoso con la voluntad popular. La sombra de la injerencia extranjera y las dudas sobre la integridad del proceso electoral complican aún más el panorama político hondureño.