La reciente visita de Donald Trump al Reino Unido ha generado una mezcla de pompa, protesta y, según algunos observadores, un cierto vacío de contenido. Mientras el expresidente estadounidense se encontraba dentro de los muros del Castillo de Windsor, en las calles aledañas se desarrollaba un peculiar espectáculo.
Un "festival de la nada" en Windsor
El diario The Guardian describió la jornada como un "festival de la nada", donde la atención mediática se centró en los eventos periféricos más que en la visita en sí. Superfans, manifestantes y miembros de la prensa se congregaron en Windsor, creando un ambiente cargado de expectación, aunque, según muchos, con poca sustancia real.
Un autobús local, escoltado por la policía y seguido de cerca por los medios internacionales, atrajo la curiosidad de los presentes. Sin embargo, la decepción fue palpable cuando se descubrió que el único pasajero era un jubilado. Este incidente, según el diario, reflejó la tónica general del día: mucha agitación por escasa relevancia.
Protestas y expresiones diversas
A pesar de la falta de eventos de gran trascendencia, las calles de Windsor fueron escenario de diversas manifestaciones. Se escucharon gritos, se debatieron temas como el conflicto en Gaza, se ondearon banderas y se exhibieron pancartas. Un hombre con una gorra de MAGA (Make America Great Again) fue visto comiendo un huevo en escabeche, mientras que los equipos de televisión se apresuraban a llevar cafés a los comentaristas.
En resumen, Windsor se convirtió en un mar de personas observando a otras personas, en un día donde la expectación superó con creces a los acontecimientos reales. Mientras Trump se reunía con líderes empresariales y discutía sobre energía nuclear civil (según informes, alcanzando un acuerdo para generar energía para millones de empresas y fortalecer la seguridad atlántica), fuera de los muros del castillo, el "festival de la nada" continuaba su curso.