La Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro es el latido espiritual de Salta, una tradición arraigada que trasciende generaciones. Cada año, la provincia se transforma en un crisol de fe, donde miles de peregrinos convergen hacia la Catedral, impulsados por una devoción que se remonta a siglos atrás.
Orígenes del Milagro: Un Legado de Fe y Protección
La historia del Milagro se inicia en 1592, con la llegada a tierras salteñas de dos imágenes donadas: un Cristo crucificado y una Virgen. Estas imágenes, encontradas flotando en el Callao, Perú, emprendieron un largo viaje hasta Salta, marcando el inicio de una profunda conexión entre el pueblo y lo divino.
Cien años después, en 1692, un terremoto sacudió la región. En medio del caos, la imagen de la Virgen cayó del altar y permaneció de pie frente al Cristo. Este hecho, interpretado como un milagro, coincidió con el cese de los temblores tras la procesión del Cristo por las calles de Salta. Desde entonces, el Señor del Milagro es considerado el protector de la ciudad.
La Peregrinación: Un Camino de Fe y Solidaridad
La procesión anual es el corazón de la Fiesta del Milagro. Miles de peregrinos, provenientes de diversos rincones del país, recorren kilómetros a pie, atravesando paisajes desafiantes, para renovar su pacto de fe. Desde La Puna hasta los Valles Calchaquíes, desde Santa Victoria Oeste hasta Córdoba y Entre Ríos, los fieles convergen en Salta, llevando consigo oraciones, cantos y la firme convicción de su devoción.
La peregrinación no solo es un acto de fe, sino también una manifestación de solidaridad. Las comunidades a lo largo del camino brindan apoyo y alimentos a los peregrinos, quienes a su vez comparten donaciones con los más necesitados. Este intercambio de generosidad fortalece los lazos comunitarios y reafirma el espíritu de hermandad que caracteriza la Fiesta del Milagro.
Un Legado que Perdura
La Fiesta del Señor y la Virgen del Milagro es mucho más que una tradición religiosa; es un símbolo de identidad, un refugio espiritual y una expresión de la profunda fe que une al pueblo salteño. Cada año, la peregrinación renueva la promesa de protección y esperanza, consolidando un legado que perdura a través del tiempo.